Desde entonces, el pez león ha seguido en su avance hacia el sur, habiendo sido reportada ya su presencia en Las Bahamas (2004), Cuba y Turks y Caicos (julio 2007), República Dominicana (mayo 2008), Islas Caimán y Jamaica (inicios 2008), Santa Cruz (Islas Vírgenes EEUU, junio 2008), Haití (julio 2008), Puerto Rico (noviembre 2008), Belice (diciembre 2008), Colombia (diciembre 2008), México (enero 2009), Costa rica, Panamá y Honduras (mayo 2009), Aruba (septiembre 2009), Bonaire (octubre 2009). En consecuencia, en muy probable que el pez león ya se encuentre en nuestras aguas, por lo que debemos estar muy alertas.
Para muchos, el poder observar estos hermosos peces en las aguas de nuestros mares podría ser muy atractivo, debido a su particular colorido corporal (pardo rojizo cubierto de finas listas blancas) y sus largas y llamativas aletas dorsales y pectorales. Sin embargo, detrás de tanta belleza se esconde una terrible amenaza para nuestros ecosistemas marinos y un eventual problema de salud pública.
El pez león es un voraz y eficiente depredador, el cual puede poner en riesgo el reclutamiento de importantes especies de peces e invertebrados de importancia comercial (como los corocoros, la langosta), así como ecológica (de peces loro y otros herbívoros que mantienen a raya el crecimiento de macroalgas sobre los corales). Por otro lado, las espinas presentes en las aletas dorsales y pectorales del pez león son extremadamente venenosas, causándole a la persona afectada por su picadura un fuerte dolor (no letal), así como reacciones sistémicas tales como nauseas, vómito, dolor de cabeza, mareos, dolor en las articulaciones y ansiedad. El dolor puede durar horas e incluso días.
Pareciera que el pez león no tiene enemigos naturales en las aguas del océano Atlántico y el mar Caribe, por lo que la amenaza de su expansión territorial es muy grande. Además, aún no sabemos cómo controlar su crecimiento, ya que una sola hembra puede liberar miles de huevos cada semana durante el año y durante su período juvenil se encuentra en aguas profundas. Aunque no pareciera haber mecanismos de defensa ante la inminente invasión, al menos debemos aunar esfuerzos para alertar a la población y difundir esta información entre pescadores artesanales y deportivos, así como buzos y turistas, a fin de prevenir los envenenamientos, y que nos ayuden a monitorear su distribución, en caso que llegara a invadirnos.
